No nos resistimos a compartir, aunque solo sea un poquito —pues la mayor parte queda en el secreto de cada alma—, el regalo que ha sido la Corazonada de noviembre.
Al coincidir este Primer Viernes con la fiesta de Todos los Santos, les pedimos a ellos que hicieran de anfitriones y… ¡no nos defraudaron!
Esta vez fuimos poquitos los que pudimos responder a la invitación, pero poquitos con un corazón muy deseoso de acercarnos al Corazón de Cristo de la mano de los que más cerquita han sabido estar de Él: LOS SANTOS. Muy presente tuvimos a Fray Pablo María de la Cruz, cuyos padres vinieron a compartir con nosotros las maravillas que Dios hizo en el alma de su hijo.
Hubo gente que vino desde Lugo y desde Sevilla para pasar esa noche en adoración, ¡¡muchos kilómetros!!, pero nos dicen que el Señor se lo pagó al ciento por uno. Dejamos aquí solo una pequeña muestra del testimonio que algunos han querido compartir:
TESTONIO 1: FUI CON EL ALMA INQUIETA…
No quiero dejar pasar el tiempo para poder explicar lo que he vivido en la 2ª CORAZONADA.
En el libro que había en el monasterio para recoger testimonios no escribí nada porque estaba «apabullada”.
Fui con el alma inquieta y volví con el alma en calma.
No es que se fueran los problemas, sino que los veo de otra manera.
Santa Teresa de Calcuta (en los mensajes de santos que se podían coger del Corazón de Jesús durante la adoración) me dejó un mensaje muy aclaratorio y muy profundo. Era lo que buscaba sin saberlo: CUANDO TODO SE TE HAGA MUY DIFÍCIL, ESCONDETE EN EL CORAZÓN DE JESÚS.
El poder confesarme, comulgar, adorar… fue como una transfusión de sangre nueva. Se reactivó mi corazón. La atención a los enfermos es más serena, el desprendimiento de preocupaciones en el Señor, ya que yo sola no soy capaz, está haciendo efecto. Y si en mi propia casa hay serenidad, amor y entrega sin condiciones: ¡Alabado sea el sagrado Corazón de Jesús y de Maria!
No sé si podré volver a otra Corazonada, pero quiero hacer llegar mi testimonio.
TESTIMONIO 2: ¡¡Quién fuera Juan!!
Con el corazón contento me disponía a pasar la noche con el Señor. Salí de trabajar a las 9 de la noche y corriendo, con la ilusión de una niña en la noche del 5 de enero, me apresuré para llegar a la misa, 21:50, en Cantalapiedra. Así podría coger el primer banco y estar más cerca de Él, dando por sentado que Él está siempre cerca de mí.
Teníamos la habitación dispuesta en la casa de huéspedes para descansar unas horas: habitación calentita, colchón y sábanas suaves…, pero pasaban las horas y no me podía mover de Su lado: una lucha por consolar su Corazón en una noche en la que se hacen tantos sacrilegios. Era todo un reto, tenía la sensación constante de que el que me consolaba era Él. Me miraba. Estuvo toda la noche mirándome fijamente y yo, entre distracción y distracción, le miraba. Cerré los ojos en alguna ocasión, recordando cómo su apóstol favorito se recostaba en su pecho. ¡¡Quién fuera Juan!!
En una ocasión, con los ojos entreabiertos, fui consiente de que Jesús estaba realmente en la custodia, custodiando nuestros corazones. Sonreí para mí y, poco a poco, amaneció un nuevo día, de su mano, esta vez más cerca que nunca.
Tenía la corazonada de que sería una noche especial, y así fue ❤️